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viernes, abril 8

EL SOMBRERO MEXICANO

Por Julie Sopetran

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El sombrero, o el jarano, es una prenda imprescindible tanto para el hombre como para la mujer, aunque lo usa más el hombre. El sombrero cubre el pensamiento, por lo tanto es un símbolo sagrado. La cultura de México parte de la cabeza hacia los gestos, y el sombrero realza ese saber. Y según el estilo de vida de cada mexicano, así es el modelo que ostenta en cotidiano hacer, porque, eso sí, no hay mexicano que deje de utilizar su sombrero. No es solamente el sombrero charro el que se usa más en México, lo es también el tejano, el de ala y tantos… El sombrero es una de las artesanías más populares y es una prenda de vestir que se usa a diario. Su copa cubre nuestras cabezas y nos protege del sol, del frío, de la lluvia, del viento, del polvo… Pero aún recuerdo aquellos tiempos cuando el sombrero también era una prenda especial para dar más elegancia a los trajes, por ejemplo en las bodas, como elemento de adorno en la mujer, lo que se llamaba “tocado” ahora casi en desuso.


Dicen que cambiarse de sombrero es como cambiar de ideas. Ya desde niños lo llevan en México y es como una de sus joyas más preciadas, porque el sombrero tiene una gran importancia en la vida de cada mexicano, no es sólo una artesanía más, es también, como decía antes, una prenda de vestir, tantito en el hacer diario como en las fiestas.


Y por el sombrero los conoceréis, sin son pobres o ricos, si tienen gusto o son un desastre, si lo llevan con garbo o mal trazado. Existe el sombrero de gala, el de faena y el ceremonial y, cada pueblo, cada ciudad, tiene su estilo en su sombrero. No cabe duda que cada postura de sombrero muestra un lenguaje diferente y es un exponente claro de las diferencias sociales. Le da semblante al hombre, su sombrero, porque es el porte de quien lo lleva. Y así como la mujer usa el rebozo desde niña y hasta edad muy avanzada, el hombre, en México, usa el sombrero por excelencia.

Si analizamos las diferencias entre México y España, yo recuerdo que mi padre siempre usaba la gorra visera, muy típica entre los hombres del campo de Castilla, otros hombres llevaban la boina. De niñas no usábamos rebozos, pero sí cintas en el pelo, mi abuela me las ponía entre las trenzas y, estas cintas, eran de distintos colores, también las he visto en Michoacán, en Oaxaca. La artesanía del sombrero en México data de los grandes emperadores aztecas, y mucho antes, tal vez mil, dos mil años antes de Cristo, los indígenas ya cubrían sus cabezas, algo parecido a los sombreros pero no exactamente igual. Más tarde, eran tocados hechos con plumas de quetzáles y águilas, como el gran Penacho de Moctezuma.

Foto conseguida por internet.  El gran penacho de Moctezuma

Con la mezcla de las tradiciones autóctonas y la llegada de los españoles a México, es lo que define las formas de sombreros desde los Chichimecas con su sombrero de ala ancha, con la copa alta, como el de Emiliano Zapata hasta la de los Chinacos, los Huicholes y Tzoziles que toman como modelo el sombrero cordobés, o la originalidad de lo que usan los Tarahumaras que es una forma de gorro hecho con un pañuelo rojo.


                                                  Pancho Villa con su sombrero. Foto conseguida en internet.

 En los sombreros mexicanos se utilizan diferentes materias artesanales como la paja de trigo, de avena, de cebada, pelo de liebre y de conejo, fieltro de lana, vara de sauce y bejuco, cuero de vaca o de oveja, palma de jipi, carrizo etc.. Existen también los sombreros “chinacos” que daban personalidad al mestizo, sus características son indígenas, también a otro tipo se le llamaba “caporal” y “vaquero” que es un derivado del famoso sombrero “charro”. Sombrero de caballista ya que “charro” significa jinete.
                                               Foto: Julie Sopetrán  La hice en Oakland (California) En una fiesta mexicana.

Luego, a estos sombreros se le dio otro carácter más elegante, porque cuando eran usados en ceremonias más distinguidas se le forró con terciopelo, creando adornos y usando hilos de plata y oro, que daban personalidad al llamado sombrero charro del “Mariachi”. Sombrero de ala ancha, más de quince centímetros, copa alta unos cuarenta y cinco centímetros. Este sombrero está hecho de fieltro de lana, de pelo de liebre y también de paja de trigo, al ser de  ala ancha, de esta forma protege al jinete en la caída del caballo. En la copa lleva cuatro “pedradas” para darle resistencia. Este sombrero es muy utilizado también en la música mexicana, especialmente en el cine y con mariachis. ¿Quién no recuerda “El Charro negro” con Manuel Cirerol Sansores, uno de los primeros charros que hubo en México, a  Pedro Infante, a Jorge Negrete, a Vicente Fernández, a Lola Beltrán, Lucha Villa o  Javier Solís, José Alfredo Jiménez, o Chavela Vargas y tantos que utilizan el típico sombrero de charros en sus interpretaciones?

                                                                 Detalle del sombrero charro. Foto obtenida en internet.

 No olvidemos el Jarabe Tapatío, que es precisamente la danza del sombrero mexicano, ya que el hombre tira el sombrero en el suelo delante de una mujer y si ella lo acepta, baila en su ala ancha o alrededor del mismo. Según en la región donde se viva, el sombrero es más grande o más pequeño, en las zonas secas es más grande que donde hay bosques. La distinción del sombrero es de quien lo lleva y lo luce. Hay sombreros de paja de trigo, de avena, de cebada y de esparto. En Hidalgo, el sombrero llamado “de vuelta a vuelta”. En Michoacán los sombreros de “petate”. En Tabasco el famoso sombrero “chontal”, está hecho de alas muy anchas, copa alta y tejido con palmita entrelazada. Lo hacen los indígenas Chontales o Atastecas. Cada vez se ven menos pero sí lo exhiben en funciones folklóricas o fiestas especiales. 

En Veracruz, el famoso sombrero de palma. En Oaxaca, son populares los sombreros de “panza de burro” hechos con la lana de los borregos, sin lavar y mezclada con la cera de abejas silvestres, agua hirviendo y un largo proceso de cinco días y así se hace el sombrero que además, va teñido con especiales encantos y coloridos de la naturaleza; este sombrero mantendrá la cabeza fresca pero también le puede proporcionar dolor de cabeza, según el estado del tiempo por lo que no debe calentarse antes de ponérselo en la cabeza... Son tantos los sombreros de México que no puedo nombrarlos a todos. Algunos se elaboran con trenzas unidas en espiral a partir del centro de la copa y de ahí se hace la forma que se desee, luego se alisa, se pule y se apresta. El sombrero que se vende al turista nada tiene que ver con el auténtico. El sombrero mexicano está pensado y hecho no sólo para cubrir, también para despejar, está creado inspirado en sus múltiples usos.
                                                       Niño vendiendo sombreros. (Foto: Julie Sopetrán)

El sombrero te protege del polvo, le da viento al fuego para atizarlo, también lo apaga, con el sombrero el rejoneador le da un hermoso lance al toro bravo, sirve para beber agua en una necesidad, se usa para enamorar a una dama, para premiar a un torero, para librarse de un enemigo, para atrapar a una víbora, para matar a una mosca, para decir adiós, para recibir a un amigo, para protegerse de un tiro o machete… “Quitarse el sombrero” es una expresión que muchos hemos dicho por alguien que realmente admiramos. Ponerse el sombrero es como empezar a pensar en algo muy serio. Y el sombrero también arropa el descanso.


 Pero si a alguien en la historia de México, se le ha puesto el sombrero, es a la señora o señorita ”Catrina”, Doña Calavera Garvancera, inventada para crear la clase social alta de México, mucho antes de la Revolución. No conozco a casi ninguna catrina sin sombrero. El gran artista Don José Guadalupe Posada, la creó con sombrero y bien elegante.
             Catrina en el balcón. Oaxaca. Foto: Julie Sopetrán


Pero no podemos concebir un sombrero mexicano, sin un sarape, sobre todo si el mariachi va a dar una “serenata” a su preferida, a su pareja o enamorada. Una “mañanita” sin sombrero no es mañanita, es maña-nada. En contraposición al sombrero de cuatro picos existe el sombrero jarocho, hecho de palma, con alas muy cortas y levantadas, tiene cuatro pedradas o cavidades, llevan algunos adornos de colores, generalmente plumas. El sombrero yucateco o jipijapa, se usa en Campeche, es un sombrero pequeño, de copa baja, ala corta y caído en la frente. El sombrero costeño, también hecho de palma, de ala ancha hacia abajo con orificios para la ventilación y con un cordón para sujetarlo. El sombrero tejano, es un sombrero de paja o cuero, es el sombrero vaquero por excelencia, lleva una banda de sudor en el interior, también son conocidos  por las arrugas de la corona y el balanceo del borde, su copa es alta y ancha, algunos sombreros vaqueros se les ha llamado de “diez galones” porque son resistentes al agua. Es también el sombrero de cowboy. Y dicen que un buen jinete, ha de poner primero su sombrero al caballo antes de montarlo. No podemos olvidar el sombrero calentano de Tlapehuala en la Tierra Caliente.


            Sombrero de la Tierra Caliente. Foto: Julie Sopetrán


Son tantos los  lugares de México que mencionar…Y tantos sus sombreros que me es imposible enumerarlos. En mis viajes, siempre me he fijado en ellos y en las gentes que los llevaban con su propia distinción, belleza y elegancia.  
Y para terminar traigo a cuento lo que afirma Lady Gaga. Ella hizo unas declaraciones en el periódico El Universal y afirmó que: “El sombrero es una buena barrera. Cuanto más grande mejor. Para mí aleja al diablo. Siempre me ha gustado llevar sombreros grandes a las fiestas para alejar a la gente. Es protección, todo ha pasado muy rápido y de repente te está viendo todo el mundo y lo único que quieres es un sombrero gigante para protegerte”
Alejemos, pues, al diablo y a la diablesa y a todos ellos juntos, que son muchos, y ni modo, les demos un buen sombrerazo, a la chamberga, o con el de tres picos apuntado, también puede ser con el calañés de los labriegos, o el de campana, el de canal, el de teja, el de medio queso, el jíbaro, el redondo o de copa, o con el tricornio si es preciso. Pero ahorita mismo, utilicemos nuestro sombrero mexicano, blanco, rojo, amarillo o ese que existe en todas partes para hacer magia, y precisamente es negro, el sombrero del mago
Sombrero de Mago. (Internet)
que nos ayudará a engañar y alejar al mismísimo rey de todos los diablos, un buen sombrerazo y que se alejen para siempre de nuestro camino.

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viernes, abril 1

PATAMBAN Y SU FIESTA DE CRISTO REY


Por Julie Sopetrán

                                              Tapetes creados para la Procesión de Cristo Rey en Patamban. Foto: Julie Sopetrán

Salimos de Morelia a las nueve de la mañana, tardamos más de dos horas y media en llegar a Patamban, situado cerca de la gran montaña del mismo nombre. Había tramos del camino llenos de charcos de la lluvia recién caída, tierra húmeda, hondonadas, árboles...
La Oficina de Turismo había puesto dos coches todo terreno a nuestro servicio, dos guías, todo estaba perfecto para emprender un viaje a un lugar tan desconocido y  realmente mágico. Lugar al que he vuelto varias veces, para degustar con más conocimiento mi encuentro con el pueblo purépecha.

                                                             Momento antes de comenzar la procesión. Foto: Julie Sopetrán

Mi salud no era muy buena, un catarro frente al cambio de clima, retortijones de vientre, escalofríos, fiebre... Todo iba desapareciendo con algunos refrescos y la impresión de ver tanta gente en un lugar tan apartado, tan escondido, tan imprevisible. Creo que me curaron los colores de tantas flores, de tanta luz concentrada en Patamban ante la celebración de la fiesta de  Cristo Rey. O tal vez fueron los olores, aromas de flores y de frutas, olor a guayaba, a inciensos de mil hierbas... Creo que las imágenes hablan por sí solas. Podría decir que me pareció una fiesta caótica, una mezcla de fe compartida, de humanidad dispersa, de cercanía entrañable, de fiesta y comida, de mercado abierto, todo mezclado y a la vez, en perfecta armonía. Recuerdo que por las calles, mientras se celebraba la procesión, lo mismo se veían grupos de gente portando cerámicas con sus burros, que otro de pastores de cabras dirigidas por un niño hacia su casa.


                                                                           Dos mujeres purépechas conversan. Foto: Julie Sopetrán

Pero a la vez tenías que rezar porque sobre las calles empedradas, una magistral obra de arte, anunciaba el paso del Señor. El último domingo de Octubre, se celebra en Patamban, Michoacán, la Feria de la Loza y la Procesión de Cristo Rey, son fiestas purépechas, todos los pueblos de la región acuden a éste centro de religiosidad y mercado por antonomasia.  Creo que es la procesión en honor de Cristo Rey más espectacular que yo he visto en mi vida. 

                                                                        Una de las calles de Patamban. Foto: Julie Sopetrán

Todo el pueblo colabora en la elaboración de los tapetes, hechos con aserrín y pétalos de flores, papel cortado y artesanías de todos los gustos. Los niños, los ancianos, las madres... Todos hacen camino para que pase Cristo Rey por sus casas.  Creo que son más de tres kilómetros el recorrido por donde el sacerdote va portando en sus manos la Sagrada Custodia. Las calles de este pueblo están todas hechas de piedra y, sobre los empedrados, es donde hacen estas obras de arte con formas de cisnes, mariposas, estrellas y un sin fin de diseños purépechas y cristianos, todos mezclados y realmente creativos.Creatividad viviente, palpitante, compartida.

                        Dos detalles de los tapetes elaborados por la gente del pueblo.

Llegas a sentirte, parte integrarte del lugar, con esa mezcla de todo un conjunto que impregna en tu ánimo, ese ánimo de ser y estar en un lugar carismático, impredecible, único.  Por todas las calles, que no llegas a recorrer en un día, admiras los adornos de papel hecho todo a mano, es pura artesanía. Son flores, formas diferentes, con delicados colores, cintas, arcos  de flores naturales, sendas, todo colocado de tal manera que nadie en el mundo podría hacerlo mejor.

                                 Dos caminitos por donde pasa el sacerdote con la Custodia.  Fotos: Julie Sopetrán

La senda por donde pasará el padrecito, no se puede pisar, porque ese sacerdote, llevará en sus manos la Custodia y todo está hecho para Cristo Rey. El pueblo está construido con adobes, en el rincón más apartado se ven las camelinas adornando el más leve soplo de viento o la gota del sudor silenciosa... Las flores habitan y se ven por todas partes, rosa, amarillo, blanco, rojo, tienen los mismos colores que los tapetes, inspiran a los artistas, a los habitantes, te hacen sentir y gozar, la flor de la canela, la dalia, la flor de changunga, las orquídeas, la flor de calabaza, y algunas que no conozco sus nombres...

                                                     Otro momento de la procesión. Foto: Julie Sopetrán

Las flores cantan en las pirekuas como Izitziki Canela, son canciones que comparan a las mujeres con las flores. Las mujeres envueltas en sus rebozos, portan en sus manos una vela encendida. Sus trajes son muy sencillos, una falda a la que llaman "sabalina" que va sujeta con un ceñidor, algunas dejan sobresalir un poco de tela unos 15 centímetros y así forman como un rollo, estas son las faldas tarascas. Unas llevan la falda negra y otras de colores es como un pañete, las enaguas son blancas como de manta. También llevan dos ceñidores, uno sujeta la falda y el otro es sólo un adorno. Las blusas o camisas  van plegadas al pecho y a la espalda, se ve una jareta a lo largo del escote, que va bordada sobre los hombros, los bordados llevan figuras de flores y animales.


Algunas visten con delantales de cretona haciendo cuadros de muchos colores. Se peinan con dos trenzas y llevan aretes con diseños muy variados.  Aunque una de las prendas más bellas, sencillas y hermosas de la mujer purépecha, es el rebozo, con rayas y flecos. El traje del hombre es también muy sencillo, consiste en una faja tejida a mano, el traje es de manta, el sombrero está hecho de petate o de tubo de trigo, cuando lo usan para todos los días. Siguiendo el paso de Cristo Rey, vemos cómo el Sacerdote reza, se para en una de las calles y con la Custodia bendice a las gentes, mientras tanto el monaguillo con su capa roja y su botafumeiro aviva el incienso.


La orquesta ameniza la procesión. Se sale de la iglesia a las diez o las once de la mañana y se regresa por la tarde a las cinco o las seis, cuando no las siete. Son seis o siete horas de procesión. El paso es la música. Luego, o antes, o cuando se puede y te lo pide el estómago, se comen las carnitas, los sopes, las tortillas, los frijolitos tanta comida que se ofrece en México por donde vayas. Y en esos ratos libres de la procesión, se van admirando las artesanías que por las mismas calles exponen los purépechas para su venta. Diablillos de Ocumicho. Piñas enormes de San José, de color verde y cobre. Ollas de Patamban, hechas con “barro de cascarón”.


Hablaremos en otro capítulo de esos tianguis. Lo sorprendente, fue cuando después de unas dos horas ya casi de noche, me perdí, no sabía cómo regresar al lugar donde habíamos quedado los guías y demás compañeros.

Me perdí porque en cuestión de dos horas después de la procesión, ya habían desaparecido todos los adornos por los que antes me había guiado. Patamban no es un pueblo pequeño cuenta con más de tres mil habitantes, está situado en el Municipio de Tangancícuaro, a tiene una altitud de más de dos mil metros. Buscando mis pasos supe que no estaba tan lejos de aquel adorno centro de reencuentro con mis amigos. Mereció la pena conocer un México verdaderamente profundo, religioso y en armonía con la naturaleza, como nunca hubiera podido imaginar.


Iglesia antes de la procesión (Foto: Julie Sopetrán)

DESDE LA PROCESIÓN EN PATAMBAN



¡Oh Señor! Tú que sabes del gozo y la ternura
de estas gentes purépechas que te adornan los pasos
que te hacen el camino con la flor de la tierra
y las variadas hierbas de acahuales y milpas.
El niño, el viejo, el joven, familiares y extraños,
miramos los tapetes cual si fueran sagrados los caminos:
mariposas monarca, cisnes alados, estrellas jubilosas...
arcos, diseños, marcas, colores, símbolos, reflejos,
triángulos, cuadrados, rombos y líneas paralelas
y mosaicos, y luces, pensamientos
que se cruzan de una  esquina a otra esquina
de una calle a otra calle
viendo pasar a Dios por la belleza.
¡Oh Señor! Tú que sabes de blancos, de amarillos, de rosas,
de negros y de rojos, de azules y de malvas,
de velas encendidas y posturas sublimes.
Tú que te sientas con ellos, los indígenas, y con ellos
dejas pasar el tiempo por esta variedad de afanes,
de nostalgias...
Dame de esa armonía el aire o la flor más dulce
que brilla en la sonrisa de los niños o entre los brillos
de todos los adornos de este día sublime.
Dáme un poco de luz para mis manos áridas
que tocan el espacio, la distancia, la risa de los pájaros.
Dime, dame desde la  ermita la palabra que exprese
todos los contenidos y las formas.
Aquí desde lo más alto de Patamban en procesión de arte
en mercado de sueños
en ilusión de encuentro, en gesto de oración,
en expansión de almas
¡Oh Señor! Cristo Rey, Tú que sabes...
dame un poco de luz para el regreso.


© Julie Sopetrán







domingo, marzo 27

LA DANZA DE LOS VIEJITOS


  LA DANZA DE LOS VIEJITOS

  Por Julie Sopetran




 
Me llamó tanto la atención ésta forma de interpretar la vida... Según algunos antropólogos, esta Danza se bailaba en los antiguos ceremoniales purépechas, estaba dedicada al dios Viejo, al dios del Fuego y también al dios del Año Huehuetéotl. Los tarascos vivían especialmente en el centro occidental de México. Con la llegada de los españoles la danza se fue transformando y aplicando en la región llamada lacustre de Michoacán, muy rica en músicas y danzas en estas sierras alrededor de Uruapan.


                        Los Viejitos. Foto: Julie Sopetrán

Lo más hermoso de esta danza es su sentido del humor, además de su dinamismo y su entusiasmo. Se necesita ser un artista para saber expresar el movimiento de los pies y los gestos corporales, que distinguen la danza de esa forma tan original, que no se parece a ninguna otra. Pátzcuaro estaba abarrotado de gente, la música era más fuerte que todo lo demás y la danza era el centro de todas las miradas, incluida la mía.

El traje campesino consta de camisa de manta blanca y los calzones haciendo juego, ostentando la parte baja de los calzones que es muy holgada y está toda bordada con mucho primor. Llevan sombrero de ala recta. Las máscaras brillan, están hechas con una pasta de caña de maíz, otros artesanos utilizan el barro y otros la madera para elaborarlas.

                                Foto: Julie Sopetrán


Las facciones de los viejitos son muy sonrientes, burlonas, pícaras, algunos hacen las máscaras desdentadas y con una piel muy rosada o muy blanca, simbolizando a los españoles, a los blancos que envejecen más rápido que los indígenas y suelen ser más achacosos en sus andares. Cuando danzan acentúan mucho sus gestos y los movimientos débiles de la ancianidad, les cuesta dar un paso o doblar la cintura, a la vez les dan golpes de tos, se encorvan y hacen como que tropiezan sin dejar de danzar, expresan muy bien lo que es la vejez, pero de pronto, por arte de magia, se transforman y actúan como si fueran muy ágiles y jóvenes, todo el vigor y la agilidad de la juventud parece inspirarles, zapatean de forma muy estruendosa y se olvidan de su aparente ancianidad muy bien disfrazada y mejor imitada.

                    Mostrando la belleza de sus trajes. Foto: Julie Sopetrán

Lo que quiere decir que detrás de las máscaras hay una gran juventud o un extraordinario bailarín. La música acelera sus compases y el frenesí es tanto, que no distingues por donde van los pies sólo percibes el movimiento. Hay muchas referencias sobre esta danza. Se celebra especialmente en Navidad, dicen que cuando nació Cristo, los más ancianos de este lugar no sabían cómo adorar al Niño Dios, y pensaron que podían danzar delante de él como ofrenda de sus sentimientos y amor.
                                                                   Viejitos cansados después de la danza. Foto: Julie Sopetrán

Dice la leyenda tarasca, que el Niño Dios al verlos danzar, les sonrió y una de las mujeres que allí se encontraban al verlo sonreír al Niño, se lanzó también a bailar con los viejitos. Desde entonces la llaman la Maringuia o Maringuilla, sus pasos son cortos, cuando están danzando los viejitos ella se une al grupo para que el Niño no deje de sonreír. Estas danzas pueden durar muchas horas, hay mucha tradición de padres a hijos que heredan la costumbre de bailar, incluso hacen promesas de bailar mientras vivan y se lo ofrendan a la Virgen Inmaculada Concepción.

                                El movimiento de los pies es espectacular. Foto: Julie Sopetrán

Esta danza se baila especialmente también en la fiesta de la Candelaria, Navidad y siempre que hay motivo para celebrar algo. Algunos danzantes se pasan la noche bailando y el Presidente Municipal está obligado a darles comida, como el pozole, el atole y los buñuelos. Por la mañana ron y cigarros con churipo que es un caldo de res, kurundas y pollo con mole. Todo lo dirige el abuelo que es el Varepití, le acompañan los payasos, los feos, que son los que se burlan de los viejos.

Viejito bailando. Foto: Julie Sopetrán

La música que les acompaña se hace con los violines, el clarinete y la guitarra. Son muchos los detalles y la filosofía que ofrece esta danza, pero lo más importante  es el ejemplo que nos dan al tener ellos, el pueblo tarasco, el conocimiento para afrontar con valor y entereza la idea de envejecer, saber cómo se ríen y como admiten el paso de los años sin vacilar, jovialmente. Nos enseñan a saber gozar mejor la dicha de estar vivos y enfatizar y exhibir lo que es el movimiento, la acción, lo que verdaderamente es trascendente y puede ser vuelo y belleza, no importa la edad, es el ánimo la filosofía dual de la existencia, lo que realmente merece la pena expresar en esta danza y en cualquier otro momento de nuestras vidas.






lunes, marzo 14

UN LUGAR LLAMADO PANINDÍCUARO







Texto y fotos: Julie Sopetran

 Éramos un grupo pequeño, unas cinco personas, nos llevaron a conocer el norte del Estado de Michoacán. El guía nos hablaba de los lugares de Penjamillo. Era un día muy placentero, los encinos ostentaban su verdor y el relieve volcánico pertenecía a Durazno, Encinal, Tanguito, Mecate, Cantera... El paisaje, nos hablaba desde sus propios encantos ancestrales. La belleza de este lugar, me hacía pensar en algo a lo que no estaba del todo acostumbrada: ese fuego interior de la tierra, guardado cautelosamente entre las montañas. La tierra negra, sin cultivar, las gentes sencillas todavía guiando con una mula el antiguo arado romano…





 Las grandes explanadas donde las vacas libremente pastaban, no recuerdo bien si el agua venía del Río Angulo o eran los bordes de Tanguito y de los Puercos, famosos manantiales de aguas frías. Pero lo que sí recuerdo es la gran carretera, finalmente terminada, según nos decían. Me cuesta recordar el nombre: Zacapu-Puruandiro, una de las principales vías de comunicación del Estado.Panindícuaro está situado a una altura de 1,820 metros sobre el nivel del mar. Está situado a unos cien kilómetros de Morelia y cuenta con unos 16,000 habitantes.Nuestro guía ponía énfasis en la antigüedad de este pueblo que ya existía mucho antes de que llegaran los españoles, era la frontera cultural entre purépechas y chichimecas.Juan Villaseñor, en 1541, con Luis de León Romano y Juan de Alvarado, fueron encomendados por el Virrey para conquistar Valladolid, lo que hoy es Morelia. Tenía un amigo en España con este apellido: Villaseñor, excelente pintor, ya fallecido que me hizo pensar si todo esto no tendría algo que ver con mi región de La Mancha.




En 1570, Panindícuaro era uno de los barrios de Puruandiro y en 1583 ya era pueblo asentado en lo que llaman “Janamo”, hoy el lugar de San Andrés de Panindícuaro. Nos contaron, que al principio, las familias vivían un tanto desparramadas por estos lugares, juntándose, posteriormente en los rellanos más adecuados para las familias.En el siglo XVIII, eran ya pueblos agrupados, organizados en repúblicas, con su alcalde, su regidor, su prioste, su alguacil, fiscal… En 1850, era un pueblo muy organizado en sus cuatro manzanas, pero en 1970, Panindícuaro creció tanto, que llegó a los veintidós mil habitantes.  Con la revolución de 1910, muchos vecinos huyeron a Guadalajara de Jalisco y a la ciudad de México, gentes que, luego fueron prominentes comerciantes. Sus descendientes, hoy, son ricos empresarios. Aunque en esta época de la revolución el pueblo quedó reducido a la mitad. Panindícuaro celebra sus fiestas principales el día tres de Mayo, siendo de gran trascendencia su Semana Santa.




Nuestro guía había nacido allí y nos llevó a la casa de su madre para que conociéramos cómo era una casa mexicana por dentro con familia incluida. Antes de llegar a Panindícuaro, nos tomamos un bocacillo en pleno campo contemplando a majestuoso paisaje de Michoacán.Al llegar, me sorprendieron los colores de las casas, las paredes pintadas vivamente, los murales, los letreros de las tiendas, los esquinazos de las calles hechos artísticamente. Me parecía increíble ver pintada, con tanto humor, la muerte en los cristales de una panadería. 



El mexicano expresa abiertamente su imaginación en cada rincón de los acogedores poblados.Pero lo más sorprendente fue entrar a una casa mexicana, con grandes espacios, tanto de jardines como de habitaciones, salitas de estar, patios, encrucijadas, balcones, escaleras, estancias que indican la unión familiar. Desde los juguetes de los niños al lugar de costura. Por fuera no aparentaba sus grandes dimensiones interiores. Fue, sí, descubrir un mundo mágico, lleno de historias familiares, tan ajenas a mi, pero a la vez tan cercanas. La abuela Doña Pompeya Orozco, viuda de Gómez, nada más vernos, comenzó a preparar en su cocina, un café de puchero. Las paredes de la cocina me llamaron mucho la atención. La cerámica estaba colocada de una forma circular, como si de un sol se tratara. Los dormitorios tan ordenados como limpios. Con sus colchas azuladas. Cuadros antiquísimos. Cirios. Colecciones de imágenes. Más que una casa típica mexicana, todo me pareció un auténtico museo familiar.





En aquella casa se respiraba la cordialidad, nos acogieron como si nos conocieran desde siempre. Las hermanas de nuestro guía, los tíos, los primos, los niños, los compadres, todos querían saber de nuestros lugares de origen, preguntaban con interés y a la vez nos mostraban con mucho cariño, todo lo que tenían para enseñarnos.  Quiero recordar aquí, algunos de los nombres que apunté en mi libreta: Guillermina, Guadalupe, Carmen Mariela, Teresa, Eduardo, etc. Y luego nos hablaban de los apellidos: Gómez, Orozco, Pompeya…Sumaban más de veintidós nombres de familia, unida.


Todos estaban interesados en esa palabra que debiera ponerse de moda en todo el mundo: ¡Compartir! Doña Pompeya nos sirvió un café de olla riquísimo. Aunque el café es originario de Yemen, en México se toma de una forma diferente. Se hace en una olla de barro que humea al hervir.  Los árabes dicen que fue el ángel San Gabriel el que trajo el café, lo cierto es que se ha extendido por todo el mundo y, en México, a mí es donde mejor me sabe. Se hace con azúcar moreno, que allí lo llaman “Piloncillo”.

Es un azúcar especial que se usa en muchos platos de la cocina mexicana. Doña Pompeya, puso el agua a hervir, seis vasos de agua, ciento ochenta gramos de piloncillo, canela en rama, cinco clavos de olor, unos setenta y cinco gramos de café tostado y molido, pero no muy molido. Todo lo dejó hervir un minuto. Apagó el fuego y lo dejó en reposo durante otros cinco minutos, lo coló y nos lo sirvió ofreciéndonos a la vez deliciosos dulces. Con ese sabor a café bien hecho, regresamos a Morelia para seguir las rutas.

sábado, marzo 12

LA MORENITA DEL TEPEYAC O NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

Cuadro de Virgen de Guadalupe en la Basílica Distrito Federal de la Ciudad de México.  Foto: Julie Sopetrán


Por Julie Sopetrán


EL PARQUE ECOLÓGICO DEL TEPEYAC 
Al norte del Distrito Federal, con una altitud entre dos mil a dos mil ochocientos metros, con unas mil quinientas hectáreas de superficie, se encuentra este mágico y mítico lugar, donde según la historia o la leyenda, se apareció un día la Virgen a Juan Diego. Me dí un paseo sin prisa, por toda su área recreativa, el camino es muy placentero, jardines, fuentes, esculturas, corredores, balcones desde donde se divisa una hermosa panorámica de una buena parte del Distrito Federal.  Los cedros blancos, los eucaliptos, las casuarinas... Y esos pájaros cantores que alegran el paseo, puedo pensar en pájaros como el coyoltótotl, el tzinizcan, nombres exóticos o simplemente ruiseñores alados,  dan a esta colina un encanto sobrenatural. Las flores, mezquites, nopales, turquesas y las piedras históricas, el Santuario que fue antes ermita, la subida por escalinatas, los museos,  que de todo tiene el Tepeyac y sobre todo las enredaderas abrazadas con furor a las peñas. Hay una leyenda que dice que en la época de los aztecas dos hombres amigos, enterraron un gran tesoro entre las rosas, pero la codicia de uno provocó la muerte de los dos que fueron enterrados con el tesoro del Tepeyac. A la entrada del parque los fotógrafos piden la foto con la Virgen y las flores artificiales y los caballitos, están preparados para los niños que, por unos cuantos pesos, se hacen la foto. Mientras subo la colina recuerdo...

Virgen de Guadalupe al aire libre para hacerse la foto.  Foto: Julie Sopetrán


LA MANTA DE JUAN DIEGO

De todos es conocida la historia de la Virgen de Guadalupe. Son muchos los autores que la describen y otros muchos que entablan sus polémicas sobre si existió o no Juan Diego, incluso el mismo nombre de la Virgen ha sido controversial. El milagro ocurrió entre el 9 y el 12 de Diciembre de 1531, los misioneros españoles ya se habían establecido por aquellos lugares. El "macehual", Juan Diego o Juan Pérez, del que hasta hoy poco se ha encontrado de sus antecedentes, se cree que era natural de Cuauhtitlan, pero parece que vivía en Tulpetlac. Iba caminando por el Tepeyac, llamado también Tepeyacac, hacia la parroquia de Santiago Tlatelolco, cuando se le apareció la Virgen por tercera vez, su tío Juan Bernardino, estaba muy grave, Juan Diego iba a pedir ayuda. La Virgen le pidió que visitara al arzobispo de México y le dijera a éste poderoso señor, que construyera un templo en aquel mismo lugar del Tepeyac. Juan Diego obedeció a la Virgen, sin éxito. Pues parece que no le hacían caso los Señores de la Iglesia. Pero el Obispo se convenció de la aparición de la Virgen, cuando surgió el milagro de las rosas de Castilla, en una época en que no había flores, y el propio Juan Diego recogió en la colina rocosa y se las presentó como prueba al Obispo, al abrir su manta, capa  o tilma, todos quedaron admirados ante la aparición impresa de la imagen de la Virgen en el paño como si de una pintura celestial se tratara. Un milagro sin precedentes, así como la curación del tío de Juan Diego. La Virgen de Guadalupe es una Virgen muy querida por el mexicano que siente de veras su tierra por algo que fue y es...


Esculturas en el Tepeyac Foto: Julie Sopetrán

ESTANDARTE NACIONAL

Para aquellos que lucharon por la independencia de México, 1810, la Guadalupana era su bandera, su estandarte. Los Cristeros de principio de siglo, cantaban igualmente a la Virgen, Ella protege a México y al mexicano, es emblema nacional, el hecho de quedar impresa la imagen en la tilma, significa que la Virgen permanece viva, físicamente. La devoción no cesa,  el mismo Presidente Vicente Fox, alzó su estandarte durante un mitin cuando hacía campaña. Y el primer presidente de México, Miguel Fernández Félix cambió su nombre por el de Guadalupe en honor a la Patrona de México. Raimundo Riva Palacio dijo que, "La Virgen es la identidad nacional. Es un factor de cohesión, un símbolo demasiado poderoso para ser atacado inclusive por ateos." Porque lo maravilloso de esta Virgen es que también es venerada por los pueblos indígenas. Una narracción publicada en el idioma nahuatl de los aztecas, Nican Mopohua, publicada en 1664, escrita supuestamente en 1554, dice, entre otras cosas que la Virgen trata a Juan Diego como si fuera un "hijo mío, el más pequeño".  Porque el nombre de Guadalupe bien puede significar...

Escultura. Ofrenda del indígena. Foto: Julie Sopetrán 

LA QUE APLASTA A LA SERPIENTE

En México, se cree que la Virgen utilizó el término azteca, náhuatl: coatlaxopeuh, pronunciado suena como "quatlasupe", casi como Guadalupe. Coa es la serpiente, tla es el artículo  "la" y xopeuh quiere decir, aplastar. Por eso el significado de Guadalupe, se refiere a la misma Virgen que "aplasta la serpiente". Un momento crítico en la historia de México, la Religión Católica frente a las ofrendas aztecas, según las crónicas se ofrecían unos veinte mil  hombres, mujeres y niños a los dioses. Recordemos también el significado de la palabra  Quetzalcóatl  que quiere decir serpiente emplumada. La Madre de Dios que vence a la Serpiente. Una devoción viva, pues cada año más de veinte millones de fieles llegan a venerar la tilma, sólo en Diciembre se congregan más de tres millones de personas en la Basílica. Para unos, ella habló en náhuatl, a Juan Diego, para otros, en español. No sabemos si tiene que ver algo con la Virgen de Guadalupe de España, venerada en Extremadura. Generalmente se conoce a las vírgenes por los nombres de los lugares, como ocurre con Lourdes, con innumerables santuarios conocidos. Pero España está lejos de México, aunque sí muy vinculada por la reciente invasión de conquistadores extremeños. La Virgen de Guadalupe en España estuvo perdida por unos 600 años, y la encontró Gil Cordero en otra aparición muy distinta a la de Juan Diego, llamada así por el pueblecito de Guadalupe que entonces existía en los alrededores. Pero no se sabe si esta Virgen extremeña tiene que ver algo con la

Mujer orando frente a su Virgen. Foto: Julie Sopetrán


MORENITA DEL TEPEYAC
Mucho han estudiado los científicos últimamente la tilma, o el ayate, donde está impresa la imagen de la Virgen de Guadalupe, ¿Cómo es? ¿A quién se parece? Se ha llegado a la conclusión que la Virgen es una adolescente de piel morena clara, de unos quince años, de rostro ovalado y además, se cubre con un manto tachonado de estrellas como si de un cielo completo se tratara.  Los colores principales son de oro profundo en los rayos y estrellas. Azulado el manto y  rosa en la floreada túnica. Pero no sólo el cielo, también el sol tiene que ver con el milagro, parece que la Virgen tuviera un sol a sus espaldas con ciento veintinueve rayos dorados, sesenta y dos al lado derecho y sesenta y siete al lado izquierdo, equidistantes y de forma alterna. Un rayo es recto y otro rayo ondulado. Según los estudios hechos, en el manto de la Virgen se representa el cielo del invierno de 1531, tal y como estaba el 12 de Diciembre, al salir el sol,  en la ciudad de México. Cuando Juan Diego se presentó a visitar al obispo Zumárraga. Ha quedado impreso en el manto. La Virgen está de pié mide un metro cuarenta y tres centímetros. Su figura descansa sobre una media luna con los cuernos hacia arriba. También sirve de "Atlante" un ángel que parece llevar impresos en sus alas los colores de la bandera mexicana. Unos dicen que la Virgen lleva corona, otros que no, más bien el ayate parece un relieve que va ofreciendo colores depende desde dónde los mires, se acercan y se alejan, es por ello difícil fotografiarlo. Pero lo más milagroso son


Mercado religioso bajo la Basílica. Foto: Julie Sopetrán

LOS OJOS DE LA VIRGEN

Si el manto es ya un enigma, los ojos aún no se han comprendido. Los científicos siguen estudiando lo que hay en ellos, son varias figuras, es el momento exacto del milagro de las rosas, es el instante verificado,  nítido,  en que el ojo humano reflejaría una imagen. Es la mismísima pintura en miniatura del momento. Fue Alfonso Marcue, fotógrafo oficial de la Basílica de Guadalupe, quien descubrió que le parecía la figura de un hombre con barba en el ojo derecho de la Virgen, después de muchos análisis y a través de la digitalización, lo comunicó a las autoridades y así fue como comenzaron los estudios. Todavía hoy se sigue estudiando y sigue siendo un misterio. Mucho se ha escrito sobre el tema, la verdad es que al visitar

Basílica de Ntra. Sra. de Guadalupe. Foto: Julie Sopetrán

LA BASILICA

Sentí algo especial, algo indescriptible, como si me atrapara. No hubiera salido de allí. Sientes como si estuvieras en un lugar de luz, de energía. A cinco kilómetros se encuentra Guadalupe Hidalgo, donde se firmó el tratado de paz entre Estados Unidos y México. La Virgen pidió que se construyera allí su templo:
"Deseo vivamente que se me erija aquí un Templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosaMadre".
 Primero fue una ermita, luego santuario al pie del cerro que funcionó casi cien años y todavía forma parte de la sacristía parroquial. En 1622 se construyó un rico santuario, en 1709 se amplió y en 1904 fue creada la primera Basílica de estilo bizantino.  Disfrutaba el lugar del máximo esplendor. En 1963, el abad de la Basílica de Guadalupe, Mons. Guillermo Schulenburg Prado, con el arquitecto José Luis Benlliure, empezaron a planear esta nueva Basílica y el 12 de Diciembre de 1974, el obrero Albino Jaín Hernández, colocó la primera piedra. La ubicación de la Basílica se encuentra en el extremo poniente de la Plaza de las Américas, perpendicular al antiguo templo. Su forma es redonda y simboliza la tienda que supuestamente albergaría el Arca de la Alianza a su paso por el desierto. Como el tabernáculo que Dios ordenó construir a Moisés al pié del Monte Sinaí. Las 164 lámparas, hechas de cobre y aluminio en forma hexagonal, pesan 300 kilos cada una, se sostienen con cables de acero y son un símbolo parecido a la nube que guiaba al pueblo de Dios. Y la pared de oro que sostiene el cuadro de la Virgen de Guadalupe, representa el fuego y la luz que nos guía en las tinieblas. La Virgen se parece a la Inmaculada Concepción, como figura aislada de la mujer rodeada del sol, la luna y las estrellas como gran marca apocalíptica.  El estilo de la Basílica es de planta circular con mástil excéntrico del que depende todo lo demás; construcción de díez niveles. Tiene nueve capillas interiores donde pueden entrar en cada una de ellas, unas doscientas personas. Más otras tres capillas para quinientas personas cada una. En el cuerpo central hay díez nieveles, con ascensores, sacristía, oficinas, cabildos, biblioteca... El órgano es de origen canadiense, el segundo en el mundo después del de Sidney en Australia. Te envuelve su sonido y el recogimiento a pesar del gran espacio que ofrece el templo, es estremecedor, parece como si flotaras sobre un mundo nuevo, pleno de emociones, porque su tradición es:
                                                                                    Parque del Tepeyac. Foto: Julie Sopetrán

 "PERMANENTE Y CONSTANTE"

Constante y permanente como la Virgen que está enmarcada, el sagrado ayate o una tilma o capa larga de fibra de maguey, se encuentra dentro de un bastidor de madera, tiene 1,65 metros de alto por 1,05 metros de ancho. El marco es de oro y plata. No se entiende cómo ésta manta, o costal delgado, está hoy íntegro como en el momento en que Juan Diego lo extendió frente al obispo. Esta tilma mide 1,70 metros de largo y 45 cms. de ancho, están unidas entre sí por una débil costura. Nadie sabe cómo se han aplicado los colores, es una pintura ausente de aceites, agua o temples, sin embargo los tintes florales y la abundancia de oro dejan maravillados a los artistas. El mástil central  está cubierto de planchas de cedro rectangulares, como si fuera un retablo. Es visible desde todos los ángulos. La luz es ámbar descendiente en vertical. En la Basílica pueden entrar diez mil personas. El techo mide ocho mil metros cuadrados y está construido en lámina de cobre color verde mar, imitando el manto de la Virgen. Creo que es el templo más grande que yo he visitado nunca. Tanto en devoción y espiritualidad como en espacio físico. Hay también jardines hundidos a los lados y en los sótanos, el mercado de vírgenes y detalles religiosos es espectacular: libros, velas, cristos, imágenes religiosas, hábitos, escapularios, medallas... Siempre que voy al Distrito Federal, lo primero que hago es visitar la Basílica, es como si fuera obligatorio  dirigir mis pasos a este lugar sagrado de la hispanidad.




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